Jun 30, 2020 Salud
El herpes zóster, también llamado culebrilla, es una enfermedad provocada por el virus de la varicela-zóster. Una vez que una persona ha pasado la varicela en algún momento de su vida, el virus puede volver a reactivarse y provocar una serie de síntomas y lesiones.
Esto sucede porque el virus de la varicela-zóster se queda latente en el organismo. Se estima que 1 de cada 3 personas que han sufrido varicela lo desarrollan. En general, esta reactivación ocurre a partir de los 50 años, pero puede adelantarse.
Los síntomas del herpes zóster pueden resolverse en 3 o 5 semanas sin intervención. Sin embargo, a veces el dolor permanece durante mucho más tiempo y puede ser difícil de tratar.
¿Cuáles son los síntomas del herpes zóster?
El herpes zóster se caracteriza por manifestarse en una zona concreta del cuerpo. De ahí que reciba el nombre de culebrilla, ya que las lesiones dibujan una forma similar a este animal. La mayoría de las veces se localiza en el tórax o en la cintura.
Aunque en algunas personas los síntomas son leves, otras experimentan un dolor muy intenso que es difícil de aliviar. Al principio, cuando el herpes comienza a manifestarse, se siente una especie de hormigueo o picor en la zona.
Unos días más tarde, en ese mismo lugar, aparece la erupción. Se forman ampollas que contienen líquido, son sensibles al tacto y también pican. Estas ampollas, al reventarse, transmiten su contenido con virus.
Es importante destacar que el herpes zóster no se contagia. Es decir, estas lesiones no se pueden transmitir a otra persona. Lo que se contagia es el virus de la varicela, por lo que la otra persona, en todo caso, puede contagiarse de esa patología si no la ha pasado antes.
Pasados unos diez días, las ampollas se secan y forman una costra. A pesar de que la enfermedad parezca curada, existe un riesgo alto de que el dolor en esa zona se mantenga.
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Dolor post-herpético
El dolor post-herpético también se denomina, médicamente, neuralgia postherpética. Es la complicación más frecuente de esta patología. Consiste en que, una vez han desaparecido las ampollas y las costras, el dolor se mantiene durante más de tres meses.
Este dolor es intenso y aparece en la misma zona donde estaba la erupción. Puede acompañarse de una sensibilidad aumentada en toda la región y de picor intenso. Por eso, las personas que lo sufren suelen llevar ropa holgada, ya que el propio tacto de la ropa les irrita.
Esta complicación causa un gran impacto en la vida del paciente. A veces, resulta difícil dormir, y el dolor que se cronifica genera cambios en los hábitos de vida que derivan en una mayor tendencia a la depresión. Incluso, puede ser complicado concentrarse para trabajar o cualquier otra tarea.
Esto se enmarca en los cuadros de dolor crónico neuropático. En la clínica médica, es una de las situaciones más complejas para manejar, por las implicaciones sociales que tiene. El dolor cronificado recuerda que el problema está presente en todo momento.
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¿Cómo se trata el herpes zóster?
El herpes zóster en sí, cuando aparece, puede tratarse con medicamentos antivirales como el aciclovir. No obstante, lo que más se busca solucionar es el dolor. Por eso, se han establecido una serie de opciones terapéuticas para la neuralgia postherpética:
- Parches de capsaicina para la piel: la capsaicina es una sustancia que está presente en los pimientos picantes. Se utiliza para tratar el dolor en zonas específicas.
- Medicamentos anestésicos, en forma de parches o inyecciones locales.
- Anticonvulsivos y antidepresivos tricíclicos: se ha visto que algunos de estos medicamentos ayudan a reducir la percepción del dolor.
El herpes zóster en la práctica
Lo más importante que debemos recordar es que, cuando aparezca el primer síntoma del herpes-zóster, debemos acudir al médico. Él nos ayudará a elegir el mejor tratamiento.
Mientras mayor sea la premura por instaurar las medidas, el dolor cederá antes. A veces, se impone la necesidad de un tratamiento psicológico a la par, de manera que sirva como sostén del malestar que se genera por la situación.
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