Jun 30, 2020 Bienestar
No lo hacen muy a menudo y aún menos de forma espontánea, ni tantas veces como lo desearíamos. Ahora bien, cuando nuestros niños nos regalan uno de sus abrazos el mundo se detiene, porque nos sorprenden y entonces, todo adquiere sentido.
Es ahí donde está la auténtica felicidad, esa que no requiere palabras y que nos demuestra con un precioso gesto un sé que no lo hago te lo digo muy a menudo, pero te quiero, eres importante para mi y te doy las gracias.
Estamos seguros de que como madre, como padre, abuelo, o incluso como maestro, en más de una ocasión habrás experimentado ese maravilloso instante en que un niño te rodea con sus brazos de forma espontánea.
Puesto que es algo que nos encanta, nunca está de más saber qué deberíamos hacer para que estas reacciones tan emocionales, plenas y sinceras vuelvan a repetirse.
A continuación, te ofreceremos unas claves muy sencillas, pero eficaces.
Los abrazos de los niños, clave de salud emocional
Te hemos hablado muy a menudo de los beneficios de los abrazos, de cómo nos sirven para apagar miedos, para combatir el estrés y reforzar el vínculo con las personas que amamos.
Ahora bien, estamos acostumbrados a que seamos nosotros quienes ofrezcamos estas muestras a nuestros hijos, pero ¿Cómo hacer que sean ellos quienes nos los devuelvan de forma habitual?
Ten en cuenta estas dimensiones.
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No hemos de obligar al niño a hacer nada que no desee
Cuando hablamos de aprendizaje emocional y de sentimientos no sirven las coacciones o las obligaciones.
Algo muy común en algunas familias es obligar a los más pequeños a que den un beso a terceras personas cuando llegan visitas, o cuando hay encuentros casuales en la calle.
Cuando un niño no tiene confianza ve ese gesto como algo molesto e incómodo. No es recomendable obligarle a hacer algo que no desea.
Los abrazos se viven con plenitud siempre y cuando vengan de personas que nos son significativas.
Un extraño no tiene por qué tocar a nuestros hijos, y si es amigo de la familia debemos permitir que sea el propio niño quien elija si desea acercarse o no de forma espontánea, pero usando siempre la correcta cortesía.
Sirve de modelo en el día a día
En una familia sana, feliz y respetuosa, los abrazos son algo común y un gesto que queda integrado con normalidad.
Se ofrecen abrazos para dar las gracias, para felicitar cuando hacemos algo bien, cuando necesitamos ayuda, cuando tenemos miedo, estamos enfermos o, simplemente, cuando nos apetece.
No podemos exigir al niño que haga algo si nunca lo ve en su contexto más próximo.
Los gestos positivos y cargados de significados que se normalizan en un contexto familiar son también integrados por el niño. No le será extraño ni incómodo hacerlo.
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Respeta su personalidad sin sancionar ni criticar
Algo que suelen hacer muchos padres es criticar o «hablar de forma negativa» al respecto de algún comportamiento del niño.
Es que es tan tímido, es tan cerrado…, es tan poco cariñoso, es tan bruto siempre y reacciona de una forma tan poco afectiva.
Al final provocamos que se aparezca la «profecía autocumplida», es decir, los niños acaban haciendo lo que se espera de ellos, y algo así provoca que, si en un momento dado desean ofrecer un gesto cargado de cercanía o afecto, les produzca vergüenza.
No debemos etiquetar, ni tomar un comportamiento puntual como algo permanente en un niño. Si bien es cierto que los hay más esquivos que otros a la hora de abrirse emocionalmente, toda persona agradece estos gestos.
Hay instantes en que los abrazos son la única respuesta
Otro modo en que los niños pueden comprender la importancia de los abrazos es que los vean como algo catártico, algo que alivia y algo que, en ciertos momentos, no requiere palabras. Solo acciones.
Un abrazo o una muestra de afecto es maravillosa y sanadora cuando hay mucha ansiedad, cuando hay miedos e inseguridades.
En lugar de decir no te preocupes hijo, porque todo va a salir bien y yo siempre voy a estar a tu lado, basta en ocasiones con envolverlos unos segundos con nuestros abrazos para darles la seguridad que necesitan.
El que los más pequeños se den cuenta de esto desde bien temprano hará que en esos momentos en que ellos mismos se sientan «sobrepasados», no tengan reparo en buscarnos, en requerir nuestra cercanía para sentirse apoyados.
Asimismo, todos sabemos muy bien que hay niños a quienes le cuesta mucho decir un te quiero así que un abrazo furtivo, inesperado y fugaz nos hará comprender al instante lo que nos quieren transmitir sin usar palabras.
Es algo sanador a la vez que maravilloso.
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