Jun 30, 2020 Pareja
Establecer límites no es fácil. Entre otras cosas, muchas veces ni siquiera somos plenamente conscientes de qué son los límites o dónde establecerlos. Sin embargo, son fundamentales para una relación sana, sea de la naturaleza que sea.
Los límites
Muchas personas, por ejemplo, confunden poner límites con expresar sin tapujos lo que opinan o quieren sin tener en cuenta a la otra persona ni sus circunstancias. Otros, por otra parte, utilizan sus propios problemas para «obligar» a los demás a adaptarse a ellos. En cualquier caso, esto no es poner límites para una relación saludable.
Por el contrario, poner límites significa hacer saber a la otra persona que existen necesidades, deseos y preferencias personales diferentes a la suyas y que, no obstante, la relación puede ser plena si nos respetamos en nuestra particularidad.
En este sentido, no se trata de una imposición. Por el contrario, se trata de poner en conocimiento nuestra realidad a los demás y los demás a nosotros, de modo que podamos respetarnos. En este sentido, poner límites es algo realmente beneficioso para todos:
- Al establecer barreras personales, estaremos evitando caer en chantajes y manipulaciones.
- Puesto que nos mostramos tal como somos en nuestras necesidades e identidad, la relación y el conocimiento mutuo es más verdadero y real.
- Por tanto, la relación ganará en calidad, duración y satisfacción.
- En este sentido, evitaremos estrés y frustraciones en las relaciones (familiares, pareja, amigos, trabajo, etc.).
- Además, estaremos favoreciendo nuestra autoestima.
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Decir «no» es difícil
Poner límites no es algo fácil. En efecto, muchos factores influyen en que seamos más o menos asertivos.
Por ejemplo, muchas personas son incapaces de decir «no» en determinado tipo de relaciones por miedo a ser rechazados por la otra persona. Del mismo modo, otro sienten verdadero estrés ante la posibilidad de que se inicie un conflicto, de modo que rehuyen expresar sus sentimientos y necesidades para evitarlo a toda costa.
En muchos casos, el que no podamos o no sepamos poner límites es algo aprendido desde la infancia. La conducta se ha conformado a partir de una educación para la complacencia. De este modo, incluso en la edad adulta, nos es difícil decir «no» o establecer límites personales.
En efecto, al no complacer al otro, algunas personas pueden incluso sentirse culpables, prefiriendo ignorar sus propios sentimientos y necesidades.
¿Cómo establecer límites?
1. Encuentra el momento oportuno
Hay momentos adecuados y momentos nada indicados para poner límites. Por ejemplo, no es aconsejable «lanzar» cuáles son nuestras necesidades y límites en plena discusión.
Por el contrario, debemos encontrar un momento en el que ambas partes estén relajadas y sean capaces de expresarse sin arrebatos, sopensando sus palabras, con ánimo de cooperación y entendimiento, evitando el decir cosas que puedan herir al otro.
Debemos recordar que, poner límites debe tener un beneficio para los dos. Por tanto, lo ideal es encontrar un momento en el que no estemos cansados y nuestro ánimo no fluctúe, es decir, no estemos enfadados ni alterados.
2. Los límites se ponen por amor y respeto en todos los sentidos
Debemos olvidar la idea de que establecer límites significa ser egoístas. Por el contrario, es una acción que nace de la necesidad y el deseo de mantener esa relación lo más sana posible.
De este modo, cuando establecemos nuestros límites personales, debemos tener en mente que lo que estamos haciendo es ayudar a que la relación se mantenga equilibrada y saludable. Es un acto de amor y respeto hacia uno mismo, la otra persona y la relación en sí. Por tanto, debemos desechar los sentimientos de culpa por ser asertivos.
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3. Desapego
Muchas veces somos incapaces de decir «no» o establecer límites porque existe un vínculo afectivo. En efecto, tememos herir a la otra persona, le tenemos un tipo de respeto especial, tememos que no nos comprenda, etc.
Para ello, lo mejor es ejercitarse en el «desapego». Es decir, hay que establecer una distancia entre nuestros sentimientos por esa persona y nuestras necesidades reales. Sólo entonces podremos establecer límites sanos y necesarios.
4. Honestidad y consecuencia
Debemos ser sinceros y honestos a la hora de establecer límites. Se trata de algo obvio. No obstante, debemos también ser consecuentes.
Así, por ejemplo, si deseamos que se respeten nuestros límites, debemos también nosotros respetar los de los demás. Como es lógico, si atacamos, nos atacarán y si no respetamos, no nos respetarán.
En cualquier caso, debemos siempre tener en cuenta que todos estos consejos han de tomarse desde el respeto y el deseo a que la relación sea saludable y duradera. No debemos partir nunca de rencores o de momentos de rabia.
Se trata de un momento mágico en el que se establecen las bases de una relación que queremos que continúe, de modo que debemos hacerlo siempre respetando también los límites del otro. Todos ganarán en salud mental, y la relación en honestidad y verdad.
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